Creo que, durante la mayor parte de mi vida, no sabía palabras para comunicarme. A menudo dejaba a la gente preguntándose de qué demonios estaba hablando, sin mencionar mi propia frustración al preguntarme por qué me sentía tan incomprendido. Nuestras intenciones se comunican tanto en palabras como en acciones y si solo actuamos, no permitiendo a nadie nuestras palabras, el silencio de nuestras bocas impulsa la exclusión de los demás, de las mismas relaciones que necesitamos desesperadamente.
Cuando queremos comunicar nuestras ideas y pensamientos a los demás, tenemos que aprender a comunicarnos, a posicionarnos como alguien con quien los demás quieren relacionarse. Debemos aprender a articular “declaraciones”. El oyente solo sabe realmente lo que está pasando en nuestras mentes cuando nos escucha expresarnos con palabras audibles. Si no les damos palabras, entonces estamos sujetos a que llenen los espacios en blanco solo con lo que han imaginado, lo que puede no resultar demasiado bien si sabes a lo que me refiero. Claro, podemos conjeturar y tal vez incluso especular con precisión lo que está pasando con alguien, pero cuando realmente le ponen palabras, ahh, entonces tenemos algo que para entender. Podemos tener el impulso de indicarle a alguien que gire a la izquierda o a la derecha, o pedirle a un amigo que entregue comida a domicilio, pero en realidad no es suficiente simplemente gruñir a la gente y señalar, debemos comunicarles nuestros pensamientos.
Con Dios, Él tiene una serie de formas individuales a través de las cuales comunica Su voluntad. Cuando Su voluntad se lleva a cabo, se describe como Su “declaración”. Una declaración suya hizo que la luz viniera a la existencia. Otra produjo el cielo y la tierra en toda su plenitud, y otra más generó vida animal y humana, y así sucesivamente, ya te das una idea.
Hay una diferencia entre las declaraciones de Dios cuando presentó los 10 mandamientos y cuando inclina su corazón hacia nosotros. Me han dicho que los 10 mandamientos tenían que ser escuchados, lo que implicaba un “crescendo de sonido”, que incluso hasta el día de hoy, todos escuchamos y todavía nos conmovemos. Muchas veces el Señor no nos “habla” con las cuerdas vocales, la boca y la lengua, sino que “habla” en el sentido de que se escucha una voz y palabras, como cuando dice: “Él me hizo saber”. Cuando hablamos, nuestra voz solo llega hasta cierto punto antes de que el impulso de nuestra respiración caiga al suelo. Cuando Dios habla, no deja de decirse, ya sea a través de las circunstancias, o de la vocalización real, no cesa. Podemos fingir que somos lo suficientemente poderosos como para establecer marcadores proféticos en la tierra, pero sin Su voz, nuestros marcadores se desvanecen y caen rápidamente.
Creo que en el momento de la creación, no había necesidad de que nadie “escuchara”, y es la verdad, no existía ningún ser humano que fuera capaz de escuchar. Así que, a la luz de eso, Su declaración fue simplemente que Su voluntad se hizo realidad. Su respuesta, ya sea por visión, provisión o respuesta directa, es una “declaración”. Incidentalmente, la “visión” es ver, discernir y entender, y la PRO-visión es cualquier cosa que Él dé que apoye el avance de la visión. Sus nombramientos y mandatos son Su declaración. Sus promesas y pronunciamientos son Sus declaraciones. El sometimiento de los enemigos por parte del Señor, Sus enseñanzas, Sus palabras y las ideas que se nos comunican son Sus declaraciones. Dios no se queda callado, creo que somos nosotros los que no estamos captando Su idea.
En el Salmo 62:11, dice: “Dios ha hablado, dos veces he oído.” La palabra hebrea para “hablado” no significa palabras dadas una vez en tiempo pasado, o como un verbo plural, sino en el sentido de acción dual, se habla y luego vuelve a aparecer sin cesar. La palabra “oyó” se usa en un sentido complementario de que la declaración de Dios fue oída y oída de nuevo. Como diciendo, Dios dijo, Él lo recontra dijo, y yo escuché, entonces realmente escuché lo que escuché. En Génesis 1:3, cuando el Señor declaró, o habló, la idea es que Su hablar es también un llamado. Todo lo que el Señor llama, se convierte. La voz de Dios es la ÚNICA voz a la que obedecen todas las cosas.
Más de unas cuantas veces me he sentido poderoso y muy espiritual, y en un esfuerzo por probarme a mí mismo mi poder, salí y con mi voz más dominante, pronuncié: “Montañas, sean enviadas al mar”. Por supuesto, en mi mejor inglés Reina Valera para sonar lo más auténtico posible. Estaba tomando en serio lo que Jesús dijo en Mateo 21:21, y me sentía bastante lleno de mí mismo. Al gritarle eso a la montaña, bueno, no pasó nada. En mi corazón me encontré pensando: “Sí, ni lo creía”. Años más tarde, el Señor me habló, siendo “yo” un poco engreído, pensando más alto de sí mismo de lo que debería, y me preguntó por qué pensaba que la montaña no se movía. Tuve que responder: “Solo tú lo sabes, Señor”. Él me hizo saber que era porque Su voz no estaba en mi voz para esa ocasión, y la montaña solo responde a Su declaración. Auch.
¿Qué te parece?
Gracias por escuchar, soy Social Porter para el Ministerio Viviendo En Su Nombre.
Traducción por Alfredo Magni Sozzi.