El Buen Samaritano

El Buen Samaritano

Lucas 10: 25-35 es una historia interesante de cómo vemos a otras personas y sus necesidades. En el relato bíblico hay 8 personajes: Jesús, que cuenta la historia, un experto en la ley, un hombre que hizo un viaje a Jericó, ladrones, un levita, un sacerdote, un samaritano y un posadero.

¿Cuál de estos Eres tú? ¿Con cuál te ve Dios?

La historia bíblica comienza cuando “un experto en la ley” (o un abogado) le hace una pregunta a Jesús, v25: “Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” Jesús devuelve la pregunta al “experto” preguntando cómo el hombre, siendo un experto, lee la ley. El “experto” dio una hermosa respuesta, pero su corazón estaba equivocado (v29). Podemos hacer lo correcto por las razones equivocadas, y en este caso el “experto” buscaba justificarse a sí mismo en lugar de estar realmente interesado en una respuesta justa. Entonces Jesús cuenta una historia con 6 personajes, y cada persona tenía una visión diferente de las necesidades de los demás.

La víctima: un hombre que hizo un viaje de Jerusalén a Jericó, podría ser cualquiera de nosotros. Los ladrones: vieron al hombre a quien golpearon y robaron como alguien para explotar y obtener ganancias por la fuerza. El levita y el sacerdote: vieron al hombre golpeado y robado como alguien que parecía un problema. El samaritano: vio al hombre golpeado y robado como alguien de quien tener piedad y de quien cuidar. El encargado de la posada: vio al samaritano y a la víctima como alguien a quien servir por una tarifa. Sí, el Encargado de la Posada ayudó, pero solo ayudó mientras le pagaran. Sin dinero, sin ayuda.

Luego estaba el “experto en la ley” y Jesús. El “experto”, cuando se le preguntó quién en la historia hizo lo correcto, no se atrevió a decir “El samaritano”. El núcleo mismo de su respuesta inicial a Jesús en el versículo 27, Amor, era precisamente lo que él mismo carecía claramente. El “experto” podía citar la ley hacia adelante y hacia atrás, había aprendido mucho, pero su aprendizaje no le sirvió de nada sin llevar a cabo los principios más básicos, el amor.

Cada una de las personas en esta historia tenía una visión diferente de las necesidades de los demás. Algunos de nosotros somos víctimas, con razón o sin ella, lo somos. Hay quienes decimos ser creyentes, pero tenemos un prejuicio tan arraigado, odiamos a algunas personas y no podemos ver ni las cosas simples. Algunos de nosotros vemos a los demás como alguien a quien explotar y de quien obtener algo, pero otros vemos a las personas que tienen necesidades extremas como personas que parecen problemáticas, alguien de quien mantenerse alejado, posiblemente preocupados por algo de su “mala reputación” los afecte, teniendo cuidado de no tocarlos y diciéndoles: “¡Oraré por ti! Que estés bien, Dios te bendiga”. Muchos están dispuestos a servir a los demás en sus necesidades, pero solo si hay algo para ellos. O tal vez vemos a las personas en su desesperación como alguien a quien cuidar y de quien tener piedad. Y luego, algunos de nosotros, como Jesús, vemos a las multitudes necesitadas y comprometidas como alguien por quien vale la pena morir.

¿Cómo quién te ves a ti mismo? ¿Un experto, una víctima, un ladrón, una persona religiosa, un samaritano o un encargado de una posada? ¿Quizás como Jesús? ¿Cómo nos relacionamos con las necesidades de los demás? Un hombre preguntó recientemente: “¿Por qué los cristianos no hacen gratis lo que hacen por dinero?” A menudo ayudamos si alguien nos da dinero o un regalo. Seremos obedientes por dinero a un jefe que es abusivo, pero despreciamos a los líderes de la iglesia que nos tratan bien. Barremos el piso por dinero, pero si alguien nos pide que lo hagamos en la iglesia, de repente tenemos una actitud de: “¿Quiénes se creen que son para decirme algo?”. Guau. ¿Puedes ver el dilema o la comparación?

Seamos honestos con nosotros mismos y con el Señor, no contándonos un cuento de hadas para que nos veamos bien a nosotros mismos en el espejo, sino para ser honestos ante el Señor. ¿Cuál eres tú?

 

Toda la traducción por Alfredo MagniSozzi

Social Porter para el Ministerio ViviendoEn Su Nombre

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