¿Qué pasaría si habláramos con Dios primero, y le pidiéramos Su consejo, Su sabiduría y consejo antes que todos los demás, ¿poniendo el consejo de nuestros amigos, vecinos y consejeros pagados en último lugar?
Declaramos a Dios como supremo reinante en nuestras vidas, y citamos Apocalipsis 1:8, “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin”, dice el Señor, “que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Sin embargo, parece que nuestra agenda personal, de alguna manera, la mayoría de las veces, logra llevar a Dios al último lugar. ¿Somos valientes para ser honestos con nosotros mismos para admitir que somos personalmente responsables de no poner a Dios primero, dándole lo primero y lo último en todo?
Así que ven conmigo un momento: Supongamos que vamos a jugar el juego del diezmo del 10%. Le daremos el 10% de nuestro dinero tal vez, y eso es un GRAN tal vez, pero ¿seremos tan cuidadosos al darle el 10% de nuestro tiempo, el 10% de nuestras palabras, el 10% de nuestra comida, el 10% del kilometraje de nuestro automóvil, el 10% de nuestro pensamiento, el 10% de cualquier otra cosa de la que estén hechas nuestras vidas? ¿Queremos hacer lo del 10%? Suena MUY tedioso para mí. Es curioso lo selectivos que somos sobre qué parte de nuestras vidas damos el 10%. Somos muy… muy… Cuidadosos de contar, hasta el centavo, el 10% (o menos) de nuestro dinero, y luego nuestra actitud subyacente es una de “ahora que le he pagado a Dios esta semana, el resto de todo es mío … mío, mío, mío. ” Yo, yo, yo. Creo que tal vez este negocio del 10% es realmente una cobertura muy inquietante para algo mucho más profundo.
Aquí hay una mejor manera. Los siguientes son tres puntos para acercarse a la idea de cómo marcar una porción como perteneciente a Dios. ¿Y puedes creerlo?… comienza con nuestro pensamiento, viendo al Señor como nuestro enfoque, contexto y destino.
Primer punto, Dios. Él es el sujeto de la vida, el fundamento para vivir, el principio del principio. Si no tenemos la sensación de que el Señor es primordial y primero, es muy probable que tengamos dificultades para mantener nuestras prioridades claras. Pongámoslo a Él primero, dándole los primeros frutos de todo lo que hacemos y decimos. Cuando hacemos eso, nos pone en la posición de que el Señor nos dé un vocabulario para hablar de manera precisa y completa sobre nuestras vidas, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Nos estamos posicionando para poder expresar lo que pensamos y hacemos. Cuando orientamos nuestro rumbo hacia Dios, nos permite poseer sabiduría sobre las personas con las que vivimos y cómo llevarnos bien con ellas. De repente, tenemos conocimiento de las coordenadas sobre los problemas en los que nos encontramos, y comprensión de las asombrosas bendiciones que siguen llegando. No Dios en los márgenes, no Dios como opción, no Dios solo los fines de semana, no Dios como una ocurrencia tardía, sino Dios en el centro y en la circunferencia todos los días.
Segundo punto, Dios. Él es el contexto en el que vivimos nuestras vidas, el tejido conectivo entre nuestro corazón, cabeza y cuerpo, con Jesús como nuestra línea de vida con el Padre. Si no tenemos un sentido de Él como nuestra sustancia, seremos como un cero en una recta numérica, sólo marcadores de posición sin valor creciente. No Dios como el creador de reglas, no Dios como una plomada de la ley, no Dios como un oscuro protoplasma colgando entre las moléculas, sino Dios en el medio, de borde a borde, como el medio y el contexto de toda nuestra respiración.
Y Tercer punto, Dios. Él es el fin del fin. Todas las cosas terminan a Sus pies. Él se reserva el derecho de designar el comienzo de nuestros días, y aparta para Sí el derecho exclusivo de que todas las cosas terminen en Su trono. Nuestra meta es ser restaurados, caminando con Él al final del día, en el fresco del jardín. Si no tenemos un sentido del Señor como nuestro punto final, nunca definiremos con éxito nuestro destino. No Dios como un punto de fuga, no Dios en la oscuridad, no Dios como uno de los muchos finales posibles, sino Dios como apoyo y cobertura, aliento y visión, primero y último.
¿Qué pasaría si le diéramos a Dios toda nuestra respiración, todo nuestro pensamiento, todo nuestro sentimiento y toda nuestra fuerza? ¿Cómo te parecería eso? ¿Qué pasaría si confiáramos en Él para que nos dijera cuánto dar de nuestro todo, creyendo que Él no nos iba a pedir que diéramos hasta que fuéramos destruidos? ¿Qué pasa si Dios realmente, realmente, en realidad, realmente nos ama y se preocupa tanto por nosotros que, si confiamos en Él con nuestra respiración, pensamiento y sentimiento, Él nos bendeciría más allá de nuestros sueños más salvajes, tanto que no podemos imaginar y nunca hemos visto la semejanza de Su derramamiento de bondad sobre nosotros? ¿Qué pasaría si diéramos a otros porque Jesús primero nos dio a nosotros, y nosotros dimos como el Señor nos dijo en lugar de simplemente hacer una regla o ley de un porcentaje?
Esta semana, dale a Dios tus primeras y últimas palabras. Pruébalo durante 3 días. Haz que Él sea la primera persona a la que saludes, y la última persona a la que le des las buenas noches. Él es digno. “Y se dirá en aquel día: “He aquí, este es nuestro Dios; Lo hemos esperado y Él nos salvará. Este es el Señor; Lo hemos esperado; Nos alegraremos y nos regocijaremos en Su salvación”.
Ah, y realmente tenemos que deshacernos de nuestro sistema de mérito / demérito que dice: “¡Si no diezmas, Dios te lo va a exprimir de alguna manera!” ¿Enserio? De hecho, escuché a más de un pastor decir eso. ¿Realmente creemos que Dios es tan vengativo y duro? ¿Es ese REALMENTE Su carácter? Si crees que sí, ¿de dónde sacaste esa idea porque no es verdad?
Dale a Dios tus primeros frutos, dale lo primero y último de cada día, y la totalidad de tus pensamientos y palabras en todo lo demás.
Gracias por leer, soy Social Porter con el Ministerio Viviendo en su Nombre.
Traducción por Alfredo Magni Sozzi